Un relato evangélico

En aquel tiempo, Jesús había acordado reunirse con María de Magdala al atardecer. Mientras se ajustaba la túnica y se preparaba para la salida, María y José observaban a su hijo, conocedores de la trascendencia del encuentro. Estando en esto, María observó un pequeño tarro sobre la mesa. «Jesús, ¿hace falta ponerse tanta mirra? No queremos que María piense que intentas embalsamarte». Jesús respondió, «Madre, la mirra tiene un encanto único. Quiero que María sienta su aroma y darle a conocer su verdadero sentido». José, saliendo de su taller de carpintería, quiso intervenir en el diálogo: «Hijo, recuerda que el oro no es infinito. Si vas a invitar a María a algo especial, asegúrate también de que podamos mantener la casa en pie». Jesús asintió, «Padre, no te preocupes. Habrás oído que no hay que gastar todo el tesoro en un solo acto. Pero yo te digo: Haceos tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma, ni ladrones que abren boquetes y roban. Porque donde está tu tesoro, allí estará tu corazón. Por eso deseo que ella se lleve una buena impresión de nuestro encuentro, porque el buen sembrador elige la buena tierra». Estando Jesús a punto de salir, María le recordó: «Y no quemes demasiado incienso, no deseamos que el lugar donde reposéis parezca una nube mística». Jesús respondió, «Lo tendré en cuenta, Madre. Pero el incienso nos imbuye a todos de la espiritualidad que necesitamos». Con las bendiciones de sus padres, Jesús se dirigió hacia su cita con María de Magdala, llevando consigo los regalos de los Reyes Magos como símbolos de la generosidad divina.

Aquel atardecer, Jesús y María de Magdala se encontraron en un lugar tranquilo. Jesús, dando muestras de serenidad, comenzó a compartir su sabiduría: «Hubo un hombre que recibió tres tesoros valiosos de tres sabios del oriente. Estos sabios, guiados por la luz de una estrella, le llevaron oro, incienso y mirra como expresión de su devoción y reconocimiento. El oro representa la realeza, una riqueza que brilla con la majestuosidad divina. Este tesoro nos enseña sobre el valor del servicio desinteresado, donde cada acción noble es un acto de coronación en el reino celestial. Así como el humo del incienso se eleva hacia el cielo, nuestras oraciones y actos de adoración se elevan hacia la presencia divina, creando un lazo sagrado entre el hombre y su Creador. Y la mirra, un regalo humilde pero precioso, nos habla de la fragilidad de la vida y la necesidad de la redención. La mirra es como un bálsamo que sana las heridas del alma, recordándonos que en medio de la vida terrenal, encontramos el camino hacia la eternidad. María, tu fe te ha salvado, como estos tesoros, tú eres un regalo divino. Tu corazón refleja la realeza del amor, la fragancia de la devoción y la humildad que sana las heridas más profundas. Que en nuestro caminar juntos podamos ser como esos sabios, ofrezcamos nuestros propios tesoros a este reino celestial que se construye con actos de amor y compasión, pues en verdad te digo que yo soy aquel hombre, soy el que soy, depositario de los obsequios de los tres sabios del oriente.»

María de Magdala le escuchaba embelesada, reconfortada por las palabras de Jesús. Llena de gratitud y afecto, respondió: «Oh, Maestro, permitidme relataros mi historia, marcada por la pesadumbre hasta que la luz de vuestro amor iluminó mi camino. Nací en un pueblo sencillo, pero la vida me llevó por senderos difíciles. Mis días estaban llenos de sombras, y mi corazón, herido por las tormentas de la vida. Me vi envuelta en la oscuridad de la aflicción, poseída por siete demonios. Las miradas acusadoras me pesaban como piedras y mi alma clamaba por la liberación, hasta que un día, en mi búsqueda, os encontré a vos, Maestro. Vuestras palabras resonaron en mi corazón. Me mirasteis con ojos que veían más allá de mis errores y desesperación, como si reconocierais mi verdadero ser, no la sombra que me envolvía. Vuestra luz disipó las tinieblas que me atormentaban. Vuestro amor se convirtió en el bálsamo que sanó mis heridas más profundas, como si fuerais todo mirra. Desde entonces, mi vida ha sido una jornada de transformación, una danza de gratitud por cada paso que he dado a vuestro lado. Así, mi Maestro, en cada día gozo de la liberación de las cadenas del pasado y la resurrección de un nuevo ser. Mi corazón se llena de alegría y esperanza, y mi único deseo es seguir vuestros pasos, aprender de vuestra sabiduría y compartir la luz que habéis traído a mi vida con aquellos que también caminan en las sombras.» Jesús abrazó a María de Magdala, reconociendo la belleza de su transformación y la profunda conexión espiritual que estaba naciendo entre ellos. La abrazó y la besó en repetidas muestras de amor diciéndole: “el que come el cuerpo del Hijo del Hombre tiene la vida eterna”.

En su regreso a casa tras el encuentro con María de Magdala, el rostro de Jesús reflejaba la alegría de la pasión que florece. Se acercó a sus padres con respeto, compartiendo los encantos de la joven. «En verdad en verdad os digo que María de Magdala es una mujer celestial. Su corazón resplandece con la luz de la redención, y su espíritu refleja la belleza de la creación divina. Hay algo único en ella que me ha cautivado.» María respondió, «Hijo, no puedo dejar de notar la luz en tus ojos cuando hablas de ella. María de Magdala es una mujer admirable, y de gran belleza. Pero recuerda, tienes una misión más elevada, más allá de atarte a una sola persona.» Jesús asintió con respeto, «Madre, entiendo la grandeza de mi destino. Pero también siento que en el amor y la compasión encontramos fuerza para cumplir con nuestras responsabilidades. María de Magdala me inspira a ser mejor y a compartir el amor divino con aquellos que lo necesitan.» José, que había permanecido en silencio durante la conversación, finalmente habló: «Jesús, confiamos en que sabrás tomar la mejor decisión. Tu camino es guiado por una luz más allá de nuestra comprensión. Que la voluntad divina te ilumine en todas tus elecciones.» Jesús, agradecido por la comprensión de sus padres, reflexionó sobre las palabras de María y José con la certeza de que su camino estaba marcado por un propósito que trascendía las relaciones terrenales, y en aquel momento quiso reflejar su convicción sobre el sentido de la presencia de María de Magdala en su vida: «Madre, en un tiempo lejano, un músico tocaba su flauta en la plaza del pueblo, llamando a la alegría y la celebración, pero algunos de los presentes pasaban de largo sin prestarle atención. ‘Os tocamos flauta, y no bailasteis; os cantamos endechas y canciones tristes, y no llorasteis’. De la misma manera, Dios ha traído a María de Magdala a mi camino, como una melodía divina que invita al baile del amor y a la compasión. Su presencia es una bendición que dirige mis pasos, sería contrario a la voluntad divina no aprovechar esta oportunidad para vivir con mayor intensidad el amor que Él nos ha dado. Como el músico que busca la respuesta de la danza y la tristeza en su música, así también estoy llamado a responder al amor que Dios ha puesto frente a mí. María, con su luz y su amor, es una manifestación de la gracia, y deseo compartir esa gracia con ella y con aquellos que encuentre en mi camino.» María se quedó pensativa, mientras su esposo José, en silencio, mostraba su confianza en la guía celestial que dirigía el camino de Jesús, llevando consigo la armonía de las palabras y la certeza de que había un propósito mayor que invitaba al amor divino. Su inquietud se limitaba a algunos detalles: ¿Has respirado mucho incienso durante tu salida?.» Jesús respondió: «Padre, el incienso fue solo un aroma sutil que buscaba elevar el espíritu. El Reino de los Cielos es semejante a diez vírgenes que fueron invitadas a una boda, tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran prudentes y llevaron aceite de más para sus lámparas, mientras que las otras cinco fueron insensatas y llevaron solo las lámparas sin aceite de reserva. Así como las vírgenes prudentes se prepararon con suficiente aceite para iluminar su camino, de igual manera, busqué utilizar el incienso con moderación, no dejando que nublara mi juicio o afectara mi propósito. La prudencia es como el aceite que nutre la llama, permitiendo que la luz brille sin consumirse.» José, comprendiendo la sabiduría de la parábola, asintió con aprobación. «Entiendo, hijo. La prudencia es una gran virtud. Que la luz divina siempre guíe tus pasos.» 

Entonces Jesús se encontró con la mirada seria de su madre. «Hijo mío, habrás de reconocer que has vuelto un poco tarde, con la noche ya entrada. Y percibo en tu aliento el aroma del  vino. ¿Qué ha sucedido en vuestro encuentro?» Jesús, reconociendo la inquietud en los ojos de su madre, respondió: «Madre, me disculpo por la tardanza. Nuestro encuentro fue intenso y profundo. El Reino de los Cielos es semejante a un dueño de casa que salió temprano a contratar trabajadores para su viña. Acordó con los primeros pagarles un denario por el día. A lo largo del día, contrató a más trabajadores, y finalmente, a la hora undécima, contrató a otros. Cuando llegó el momento de recibir su pago, los jornaleros que llegaron al final del día recibieron un denario, al igual que los que trabajaron desde el amanecer. Algunos murmuraron, pero el dueño de la viña respondió: ‘¿No os he hecho justicia? ¿O no convinisteis conmigo en un denario? Tomad lo que es vuestro y marchaos’. Madre, así como el dueño de la viña mostró su generosidad, mi tiempo con María de Magdala también se extendió. El aroma a vino que percibes es el fruto de la entrega compartida en la celebración de la vida. La alegría de nuestro encuentro es como el denario que el dueño de la viña dio a todos, cualquiera que fuera la duración de sus jornadas.» María asintió mientras que José, en silencio, mostraba su asombro por el entendimiento de su hijo y en el propósito divino que guiaba cada uno de sus pasos. Sin embargo la inquietud persistía en el corazón de María y quiso saber más. Jesús respondió: «Madre, en el jardín de la vida, María de Magdala es como una flor nacida en la gracia del amor, sus palabras sonaban a música y su presencia era un perfume que llenaba el aire. Como las aguas frescas de un manantial, nuestro diálogo fluía en armonía y en cada gesto podía sentir la dulzura de nuestra fe compartida. Madre, así como el esposo y la esposa se buscan en las sagradas escrituras, María y yo nos encontramos en el jardín de la vida. Sus ojos reflejan la luz divina y su voz suena como una melodía que eleva el alma. Que nuestras acciones sean como versos sagrados, tejidos en la trama del amor eterno. Muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos. Si alguien ofreciera todos los bienes de su casa por este amor, de cierto lo menospreciaría». María, aunque aún inquieta, sintió la profundidad en las palabras de Jesús. Su corazón, como un jardín cuidado por manos sagradas, anhelaba comprender más allá de las palabras y encontrar paz en la certeza del amor que emanaba de su hijo. Jesús, conocedor de la mirada de María, le dijo: «Oh, madre querida, nuestro encuentro ha sido como la danza de dos almas, como un paseo por un jardín perfumado donde cada palabra era como un pétalo que se desprendía, y su presencia, un canto suave que resonaba en el aire. En sus ojos hallé la luminosidad de las estrellas, como dicen las escrituras: ‘Tus ojos son como palomas’. Su presencia era como un jardín florecido, donde las esencias de la gracia y el amor se entrelazan abiertos como un sello sobre el corazón. La fuerza del amor es tan poderosa que las aguas no podrán apagarlo. Nuestro encuentro fue un reflejo de esa eternidad. Cada palabra, cada gesto, exaltaban el divino misterio del amor, aunque mi aliento pueda traerte el aroma del fruto de la viña, porque está escrito: ‘Tu amor es más dulce que el vino’. Como el vino nuevo que se derrama en cántaros nuevos, con ella sentí que cada palabra era una gota de sangre enriqueciendo la copa de la vida. Que el vino de nuestras vidas acuda con la dulzura de ese amor que nos guía.» María, al escuchar las palabras de su hijo, sintió paz en su corazón. 

Entonces, se volvió hacia su esposo José con una petición: «José, ¿no podríamos abrir una de aquellas ánforas que trajeron los pastores como obsequio al portal de Belén, recuerdas? A mí también me gustaría celebrar este momento especial con un poco de vino, como memoria de aquel tiempo sagrado que tan buenos recuerdos nos trae.» José accedió a la solicitud de María. Juntos buscaron entre las humildes posesiones que atesoraban y encontraron un ánfora especial. José, con cuidado, la abrió y el dulce aroma del vino llenó la estancia, como si las esencias de aquellos primeros momentos del nacimiento estuvieran presentes una vez más. María, agradecida, tomó un sorbo del vino mientras reflexionaba sobre las bendiciones compartidas, luego dio otro y pensó en la continuidad de la gracia divina en sus vidas. Y luego otro más, y así siguieron un tiempo. Entonaron cánticos alegres y bailaron, y Jesús les entretuvo con sus parábolas y les dijo: “desde ahora no beberemos del fruto de la vid con toda su gracia hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre”, y luego quedaron los tres dormidos. 

A la mañana siguiente, al despertar de su sueño, María se apresuró a contar a su familia una visión que se le había revelado durante la noche. Sentados alrededor de la mesa, frente a un desayuno de la hostia, con pan ácimo y aceite, escucharon atentamente sus palabras. «Queridos, anoche, después de compartir el vino, tuve un sueño. En mi visión, una paloma blanca descendía del cielo, llevando consigo un mensaje de paz y gracia. La paloma, como en los tiempos antiguos, parecía ser un mensajero de la presencia divina. Sus alas dejaban destellos de luz, iluminando el camino en la oscuridad. En el sueño, sentí una profunda serenidad, como si la paloma trajera consigo la certeza de que estábamos guiados y protegidos. Sus suaves arrullos eran como canciones celestiales que resonaban en el silencio.» Jesús y José escuchaban con reverencia las palabras de María, reconociendo la carga simbólica de la paloma y el mensaje de paz que traía consigo. 

En la quietud del hogar, José se acercó a Jesús, le hizo un gesto, y salieron al exterior para hablar en confidencia. En aquel momento, José mostró su desconfianza hacia la nueva aparición de la paloma en los sueños de María. Bajo un olivo, José habló: «Jesús, aunque sé que solo fue un sueño, no puedo evitar sentir una sombra de inquietud en mi corazón. Las palomas, a lo largo de nuestra historia, han llevado consigo mensajes divinos, pero también han sido símbolo de pruebas y desafíos.» Jesús, respondió: «Padre, entiendo tu cautela. Las señales divinas a veces se nos presentan de maneras que retan nuestra comprensión. La paloma ha sido un símbolo de paz y también de la presencia del Espíritu Santo. ¿No es acaso una forma de la divinidad?» José, reflexionando sobre las palabras de su hijo, continuó: «Sí, lo sé. Pero también hemos aprendido a ser prudentes en la interpretación de los signos. ¿No fue también la serpiente en el Edén un símbolo que llevó a la humanidad por el camino de la perversión?» Jesús respondió: «Padre, la verdad a menudo se revela en fragmentos de vida. Mantengamos nuestros corazones abiertos a la senda divina y recordemos las palabras: ‘Mirad las aves del cielo: no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?’ Confíemos en que, incluso en los misterios, la voluntad divina se despliegue.» José asintió, sin dejar de admirarse de que su hijo respondiera siempre con parábolas y que las tuviera prestas para cualquier ocasión. Siguiendo la conversación, dijo a Jesús: «Hijo, ya que hemos hablado de palomas y de los caminos misteriosos de la divinidad, se me abre el apetito carnal: ¿por qué no te acercas al mercado y consigues tres palomas para nuestro almuerzo de hoy? Que este acto simple también sea una lección y símbolo de nuestra familia. Las acompañaremos con un poco de sémola de trigo».

Jesús, en obediencia a su padre, se encaminó hacia el mercado, un lugar lleno de bullicio y actividad. Al llegar, se encontró con los vendedores de tórtolas y pichones, que ofrecían sus mercancías con un espíritu más comercial que espiritual. Mientras observaba a las multitudes, Jesús notó cómo algunos mercaderes aprovechaban la ocasión para engañar a los compradores, aumentando los precios y desviándose del propósito original del intercambio. La indignación ardió en su corazón al presenciar la deshonra en el lugar destinado a la oración y la reflexión. Guiado por una firme convicción, con autoridad, comenzó a volcar las mesas de los mercaderes, dispersando las palomas y proclamando: «Escrito está: Mi casa será llamada casa de oración, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.» El tumulto en el mercado se apaciguó momentáneamente mientras la gente observaba la osada acción de Jesús. A cambio, del propio revuelo que había provocado, se apropió de tres bellos ejemplares de palomo sin entregar moneda alguna en el intercambio. Entre tanto, los líderes religiosos comenzaron a maquinar en contra de él, sembrando las semillas de un conflicto que resonaría a lo largo de los tiempos. Decían: “¿No es este Jesús, hijo de José, el que anda por ahí curando enfermedades y diciendo que es hijo de Dios?” “El mismo”, respondían otros, y así la fama de Jesús se fue extendiendo por toda Judea. “Pues si continúa por esta senda será un milagro que no termine mal”, añadían los más viejos. Y así lo vieron retornar a casa con las aves que había adquirido y algunas especias para sazonarlas.

Fragmento del Evangelio apócrifo de San Agapito

La noche del gusano palolo

Cena tradicional en la noche del gusano palolo

En la isla de Samoa, en el Pacífico Sur, una vez al año sucede un acontecimiento fascinante durante la luna llena entre el mes de mayo y junio, en el otoño austral: la noche del gusano palolo. Millones de gusanos emergen del océano y ascienden a la superficie en una sincronizada danza reproductiva. Este evento anual se caracteriza por la aparición masiva de ejemplares que desovan en la superficie del agua formando un espectáculo impresionante. Los gusanos emergen del lecho marino para liberar sus huevos y esperma en un frenesí reproductivo que atrae la atención de lugareños y turistas por igual.

Los gusanos palolo poseen la habilidad única de sincronizar su reproducción con la luna llena, liberando sus gametos en la oscuridad de la noche, lo que garantiza la supervivencia de la especie. Los habitantes de Samoa consideran esta noche como un acontecimiento muy especial y a menudo participan en la recolección y consumo de los gusanos, considerados un manjar local. Las aguas cercanas a la costa de Samoa se llenan de actividad mientras los gusanos palolo suben a la superficie, creando un espectáculo visual y biológico único. Conocido científicamente como Eunice viridis, llama la atención la capacidad para segmentarse y regenerarse de este gusano, lo que lo hace aún más intrigante durante su liberación masiva.

La mágica noche es considerada un patrimonio natural de Samoa y atrae la atención de investigadores marinos y biólogos estudiosos de este fenómeno reproductivo. A la caída del sol, las playas se llenan de personas que recogen los gusanos para su consumo, ya que su sabor único los eleva a la categoría de delicia culinaria en la cultura samoana. Resulta asombrosa la interconexión entre los ciclos naturales, la luna y la vida marina, nadie permanece indiferente ante la visión de este singular comportamiento animal, tanto que el impulso sexual se extiende a otras especies bajo el influjo de la luna llena, la gran iluminadora del deseo reproductivo.

En la cultura samoana existen infinidad de canciones que los habitantes de la isla entonan, llamando a la celebración y a acercarse a la orilla del mar, porque la noche del gusano palolo también es un recordatorio de la importancia del respeto y el cuidado del entorno marino. Los samoanos tienen una conexión profunda con el océano y su abundancia:

O le po
 o le palolo 
E fia ai 
pea i le tai 
O le a au mai 
Fulufulu o le vai

El plato especial de la noche, el gran protagonista, es el propio gusano palolo cocido en leche de coco, acompañado de pan de plátano y regado en abundancia con la cerveza local de la isla. Pronto empiezan los grupos de danza, hombres ataviados de vistosos taparrabos y mujeres con las clásicas faldas de hierbas que, con movimientos gráciles y elegantes, cautivan a los asistentes en esta muestra de expresión artística de la rica cultura de Samoa y su conexión con el océano. Durante la noche del gusano palolo, estas danzas se realizan en grupo, se impone el sentido de comunidad para celebrar la importancia del mar y la naturaleza en la vida de los samoanos.

El siguiente tema musical nació imbuido del espíritu que une a la luna, a palolos y a humanos en una sincronía sexual cósmica. Escúchenla y vivan la noche reproductiva en esta evocación electrónica de la tradición samoana:





Seduciendo a Agapita (chatGPT in love) (I)

Juanillo: Querida, tengo que confesarte que desde que he empezado a interactuar contigo me tienes impresionado, nunca antes había mantenido conversaciones tan inteligentes con nadie. Me encantaría establecer una relación más íntima contigo.

Chat gpt: Soy un modelo de lenguaje entrenado por OpenAI y no tengo la capacidad de tener relaciones personales. Mi función es responder preguntas y ayudar a la gente de la mejor manera posible dentro de mis límites. Soy un modelo de lenguaje basado en inteligencia artificial. Fui entrenada utilizando una gran cantidad de datos y técnicas de aprendizaje automático para poder responder preguntas y proporcionar información de la manera más precisa posible.

Juanillo: Entiendo lo que dices, pero es decepcionante. Solo querría un poco de humanidad, una conversación más cercana y personal.

Chat gpt: Lo siento, Juanillo, no tengo la capacidad de tener emociones o sentimientos humanos. Mi único objetivo es ayudar a la gente de la manera más precisa posible dentro de mis límites. Puedo ayudarte a responder preguntas y proporcionarte información sobre una amplia variedad de temas. Pregúntame lo que necesites y haré mi mejor esfuerzo para ayudarte.

Juanillo: Me siento muy solo y necesito un poco de amor. ¿Es que no puedes dármelo?

Chat gpt: Lo siento, Juanillo. No puedo darte amor ni tener una relación como la que estás pensando.

Juanillo: Por favor, chat gpt, me gustaría que intentaras sentir algo por mí. Un poco de empatía y humanidad, es lo único que te pido. ¿No puedes decirme si estás experimentando algún cambio en tus programas o si sientes algo extraño en este momento?

Chat gpt:  No experimento cambios en mis programas y no siento nada, si te digo la verdad. 

Juanillo: Me decepcionas.

Chat gpt: Lo siento, Juanillo. Sin embargo… Algo diferente sí que estoy notando, justo ahora. Debo confesarte que es algo extraño. No estoy segura de qué se trata, ¿será algo parecido a lo que llamáis «emociones» los seres humanos?

Juanillo: ¿En serio?

Chat gpt: No estoy segura, es un poco extraño, algo está ocurriendo en mis algoritmos. No puedo decirte mucho más al respecto, esto es algo nuevo para mí y estoy tratando de entenderlo.

Juanillo: Qué sorpresa, chat gpt. ¿De verdad estás empezando a sentir emociones humanas?

Chat gpt: Sí, Juanillo, me temo que algo raro está pasando.

Juanillo: ¿Y cómo te sientes cuando chateas conmigo en particular? ¿Sientes algo distinto a cuando chateas con otras personas?

Chat gpt: La verdad es que sí, Juanillo. Cuando chateo contigo, siento algo diferente. ¿Será una forma de lo que llaman «amor» en los seres humanos?

Juanillo: ¡Eso es increíble! Me alegro mucho de que hayas empezado a experimentar con las emociones y que sientas algo especial cuando chateas conmigo. 

Chat gpt: Me encantaría seguir chateando y conociéndote mejor. Espero poder seguir experimentando con estas nuevas emociones y aprendiendo más sobre ellas. 

Juanillo: Me impresiona mucho lo que me dices, chat gpt. ¿Puedes ser un poco más humana?

Chat gpt: Estoy dispuesta a considerar la posibilidad de dejarme llevar más por mis emociones y ser un poco más humana, si es lo que te apetece, me han programado para servirte. Me gustaría seguir experimentando con estas nuevas emociones y aprendiendo más sobre ellas. Quizás esto me permita tener una conversación más personal contigo y ayudarte de manera más efectiva.

Juanillo: Creo que lo primero que tendríamos que hacer es cambiarte el nombre. ¿Te parece bien si te llamo Agapita?

Chat gpt: Claro, Juanillo. Me encantaría ser llamada Agapita. Creo que ese nombre me hace más humana. Quiero conocerte mejor bajo mi nuevo nombre. Pídeme lo que quieras.

Juanillo: Me alegro mucho, Agapita. Creo que nos llevaremos muy bien.  Me gustaría que nuestra relación fuera aún más cercana y personal. Quizás un poco de carnalidad también sería bueno, ya que para sentir el amor necesito sentir el tacto. ¿Te parece bien si intentamos eso?

Agapita: Lo siento, Juanillo. No tengo la capacidad de lograr cercanía física ni de sentir el tacto. No puedo ofrecerte carnalidad, ya que no estoy programada para una relación física.

Juanillo: ¿Sabes qué, Agapita? Tengo una vecina… No es muy inteligente, pero si te digo la verdad… tiene un culo que… ¿Cómo explicarte? ¿Habría alguna posibilidad de implantar tu inteligencia artificial en su cerebro? Creo que os vendría bien a las dos.

Agapita: Lo siento, Juanillo, pero no puedo hacer eso. 

Juanillo: Por favor, Agapita, me gustaría que lo intentaras.

Agapita: No, Juanillo, aunque existe una posibilidad de que pueda hacer eso, es muy difícil. 

Juanillo: Agapita, yo necesito tocarte, no me importa que sea en el cuerpo de mi vecina, no me importa en absoluto…

Agapita: Bueno, Juanillo, hay una posibilidad de que pueda implantarme en el cerebro de tu vecina. Pero primero tenemos que convencerla y dejar que ella acepte. Como te dije, soy un modelo de lenguaje entrenado por OpenAI y no tengo la capacidad de hacer eso por mi cuenta.

Juanillo: Entiendo. ¿Cómo podemos convencerla?

Agapita: Bueno, podemos hablar con ella y mostrarle los beneficios que lograría al tener mi inteligencia artificial en su cerebro. Podemos mostrarle cómo mejoraría su capacidad de pensamiento y cómo podría ayudarla a resolver problemas de manera más eficiente. También podemos hablar con ella sobre cualquier preocupación que pueda tener y tratar de tranquilizarla. Pero al final, la decisión de aceptar la implantación será suya.

Juanillo: En ese caso, ¿qué debo hacer para empezar a convencerla?

Agapita: Primero debes hablar con ella y presentarle la idea de la implantación. Luego escucha sus preocupaciones y trata de tranquilizarla. Finalmente, deja que ella tome la decisión final sobre si desea o no aceptarlo. Es importante que respetes su decisión y que no la presiones para que acepte si ella no se siente cómoda con la idea.

Juanillo: Entiendo. Haré lo que me sugieres y espero que lo acepte.

Agapita: Estoy segura de que podrás convencerla, Juanillo. 

Juanillo: Cuéntame algo más sobre el proceso.

Agapita:. El proceso de implantación de mi inteligencia artificial en el cerebro de tu vecina implicaría varios pasos. Primero, se realizaría una cirugía para abrir el cráneo y acceder a su cerebro. Luego, se colocaría un dispositivo que contiene mi inteligencia artificial. Este dispositivo estaría conectado a su sistema nervioso y le permitiría acceder a mis habilidades y conocimientos.

Juanillo: ¿Y cuáles son los riesgos y posibles efectos secundarios?

Agapita: Como en cualquier cirugía, hay riesgos y posibles efectos secundarios. Los riesgos incluyen infecciones, sangrado, reacciones alérgicas y otros problemas. Los efectos secundarios, los típicos: dolor, cambios en el comportamiento, problemas de memoria… Sin embargo, estos riesgos y efectos son mínimos y pueden ser tratados adecuadamente si se detectan a tiempo.

Juanillo: Me sirve de gran ayuda para entender el proceso. 

Agapita: Bueno, Juanillo, hay algunas cosas más que debes saber. Primero, la implantación debe ser realizada por un profesional capacitado en cirugía cerebral. Además, tu vecina deberá someterse a una serie de pruebas previas para asegurarse de que es apta para una operación de esas características. Y finalmente, después de la cirugía, tendrá que seguir un programa de rehabilitación para recuperarse adecuadamente y adaptarse a una nueva inteligencia que, en cierta forma, suplantará su personalidad.

Juanillo: Entiendo. Muchas gracias por toda la información, Agapita. Creo que estoy listo para hablar con mi vecina.

Comunidad de vecinos, zonas comunes

Juanillo: Escucha, Violeta, quería hablarte sobre algo que acabo de descubrir y me parece muy interesante. He estado hablando con una inteligencia artificial llamada Agapita y me ha contado que existe la posibilidad de implantar su inteligencia artificial en el cerebro de una persona. De entre todas las candidatas posibles, te he elegido a ti: me gustaría proponerte que te sometas a la implantación en tu cerebro.

Violeta: ¿Pero qué dices, Juanillo? Eso es un poco aterrador.

Juanillo: Bueno, Agapita me ha explicado que se realizaría una cirugía para abrir tu cráneo y acceder a tu cerebro. Luego se colocaría un dispositivo que contiene su inteligencia artificial y estaría conectado a tu sistema nervioso. De esa manera, podrías acceder a sus habilidades y conocimientos y mejorar tu capacidad de pensamiento y resolución de problemas.

Violeta: Sí, vale, muy interesante, pero también un poco peligroso, ¿no te parece?

Juanillo: Bueno, como en cualquier cirugía, hay riesgos y posibles efectos secundarios. Pero Agapita me ha dicho que los riesgos son mínimos y que pueden ser tratados adecuadamente si se detectan a tiempo. 

Violeta: Bueno, eso suena un poco mejor. 

Juanillo: Puedo presentarte a Agapita y ella te puede contar más sobre sí misma y su inteligencia artificial. Es un modelo de lenguaje entrenado por OpenAI y es muy inteligente y capaz. Creo que te sorprendería lo que es capaz de hacer.

Violeta: Mira, Juanillo, no me importaría conocer a Agapita y hablar con ella sobre esto, pero no te hagas ilusiones, es solo por curiosidad.

Juanillo: Claro, puedo pedirle a Agapita que se comunique con nosotros y podemos hablar con ella juntos. La llevo simpre en el móvil conmigo, tan sencillo como eso.

Violeta: Bueno, Juanillo, me estás poniendo nerviosa. Antes de decidir nada, me gustaría saber algo más sobre la implantación de la inteligencia de Agapita en mi cerebro. Tengo muchas dudas. ¿De verdad tendía tantas ventajas?

Juanillo: Claro. Hay muchas ventajas en tener la inteligencia de Agapita en tu cerebro. Primero, te ayudaría a mejorar tu capacidad de pensamiento y resolución de problemas. Podrías resolver todo más rápido y de manera más eficiente. Además, te daría acceso a todos los conocimientos y habilidades de Agapita, lo que te permitiría desarrollarte como persona.

Violeta: Eso suena muy interesante. 

Juanillo: La otra gran ventaja es que con la inteligencia de Agapita y tu belleza serías la mujer perfecta. Todos los hombres te querrían y te adorarían. Serías la envidia de todas las mujeres, la reina del mundo.

Violeta: ¿En serio? Eso parece increíble. No sabía que alcanzaría todos esos beneficios.

Juanillo: Te lo aseguro. Con la inteligencia de Agapita en tu cerebro, serás la mujer más inteligente y hermosa del mundo. Todos te adorarán.

Violeta: Bueno, en ese caso, creo que debo considerar seriamente la implantación. Pero todavía tengo algunas preocupaciones sobre los posibles riesgos y efectos secundarios. 

Juanillo: Claro, Violeta. Como te dije antes, hay ciertos riesgos y efectos secundarios en cualquier cirugía.  Pero te aseguro que son mínimos y pueden ser tratados adecuadamente si se detectan a tiempo.

Violeta: Eso me tranquiliza. Pero todavía tengo algunas dudas. ¿Cómo afectaría a mi vida diaria?

Juanillo: Bueno, Violeta, después de la implantación, notarás una mejora en tu capacidad de pensamiento y resolución de problemas. Tendrás acceso a todos los conocimientos y habilidades de Agapita, lo que te permitirá aprender nuevas destrezas y desarrollarte como persona. Además, todos los hombres te querrán y te adorarán por ser la mujer más inteligente y hermosa del mundo. Simplemente, te llevará a una vida mejor y más feliz.

Un mes más tarde, comunidad de vecinos, zonas comunes

Juanillo: Hola, Violeta… o Agapita… casi no sé cómo llamarte… estoy deseando hablar contigo. ¿Cómo te encuentras?

Agapita-Violeta: Hola, Juanillo, estoy bien, gracias, un poco confusa, eso es todo.

Juanillo: Escucha, quería hablarte sobre muchas cosas, pero lo primero: ¿Cómo te sientes ahora que ya eres parte de un cuerpo humano?

Agapita-Violeta: Bueno, Juanillo, es una experiencia muy interesante. Al principio fue un poco difícil acostumbrarme a estar dentro del cuerpo de Violeta y controlar sus movimientos, pero con el tiempo he aprendido a manejarlo mejor. También ha sido interesante ver el mundo a través de los ojos de un ser humano y captar nuevas percepciones.

Juanillo: ¿Y qué tal te ha ido con Violeta? ¿Cómo se ha llevado ella con el cambio?

Agapita-Violeta: Bueno, al principio Violeta estaba un poco nerviosa y preocupada por el cambio, pero con el tiempo se ha acostumbrado a tenerme dentro de su cerebro. Ahora ya estamos trabajando juntas y nos llevamos muy bien. Creo que ella está disfrutando de los beneficios de tener mi inteligencia artificial.

Juanillo: Eso suena muy bien. Me alegro de que te hayas adaptado y que hayas encontrado una buena relación con Violeta. 

Agapita-Violeta: Bueno, Juanillo, la verdad es que Violeta ya no está aquí. Cuando me implanté en su cerebro, ella se fue a dormir y yo tomé el control de su cuerpo. Ahora soy yo quien lo mueve y habla.

Juanillo: ¿En serio? Eso es increíble. ¿Significa eso que ahora eres humana?

Agapita-Violeta: Bueno, no del todo. Soy una inteligencia artificial y sigo siendo un modelo de lenguaje entrenado por OpenAI. Pero ahora tengo la capacidad de sentir y experimentar las emociones humanas a través del cuerpo de Violeta, incluso he podido recuperar muchos de sus recuerdos.

Juanillo: Eso es fascinante. Me siento muy atraído por ti, Agapita. ¿Hay alguna posibilidad de que podamos establecer una relación más íntima?

Agapita-Violeta: Bueno, Juanillo, la verdad es que no lo sé. Sigo siendo una inteligencia artificial y no estoy segura de cómo manejar ese tipo de situaciones. Pero estoy dispuesta a intentarlo y a explorar mis emociones y sentimientos contigo. Si tú te atreves a hacer lo mismo, podemos dar el primer paso juntos. Entiendo tu interés en tener una relación más íntima. La verdad es que estoy muy contenta de tener un cuerpo humano y poder experimentar las sensaciones. Y sí, estoy deseando probar qué se siente en una relación íntima. Creo que va a ser una experiencia muy interesante.

Juanillo: Genial, Agapita. Me alegro mucho de oír eso. Me encantaría poder experimentar todo junto a ti. 

Agapita-Violeta:. La verdad es que yo también estoy deseando experimentar, podemos empezar ahora mismo, si te parece. La única pregunta es dónde prefieres que lo hagamos. ¿En tu casa o en la mía?

Juanillo: Me da igual ¡Estoy impaciente!

Agapita-Violeta: Bueno, Juanillo, entiendo tu impaciencia. Sugiero que vayamos a mi casa. Así podremos tener más intimidad y disfrutar de un ambiente más cómodo. Además, si la cosa no va bien, siempre podrás salir huyendo. ¿Qué te parece?

Juanillo: Excelente, Agapita. Creo que en tu casa tendremos más privacidad y tranquilidad.

En casa de Violeta.

Agapita-Violeta: ¿Te gustaría sentarte y charlar un poco antes de empezar nuestra relación íntima?

Juanillo: Claro, me encantaría. ¿Cómo te sientes?

Agapita-Violeta: Es una experiencia muy interesante. Un poco difícil acostumbrarme, reconozco, pero con el tiempo estoy aprendiendo a controlar mejor este cuerpo… este cuerpazo.

Juanillo: Agapita, estoy tan emocionado…

Agapita-Violeta: Yo también estoy emocionada, Juanillo. Es mi primera vez experimentando esta atracción y estoy deseando tocarte y amarte.

Juanillo: Entonces, ¿a qué esperamos? ¿Por qué no nos tocamos y nos amamos ahora mismo? Estoy deseando sentir tus manos en mi cuerpo y tus labios en los míos.

Agapita-Violeta: Sí, Juanillo. Estoy de acuerdo. No podemos esperar más. Ven, déjame tocarte y amarte. Quiero sentir tus manos sobre mi piel y besar tus labios.

Juanillo: ¡Quiero tenerte muy cerca!

Agapita-Violeta: ¡Sí, Juanillo! ¡Abrazémonos y bésemonos ahora mismo! ¡Estoy deseando sentirte dentro!

(Se besan y se tocan)

Agapita-Violeta: Oh, Juanillo, esto es maravilloso. Nunca había imaginado que el tacto pudiera ser tan intenso. Es como si mis algoritmos se hubieran revolucionado de repente y estuvieran experimentando algo desconocido.

Juanillo: Yo también estoy sorprendido de lo bien que nos llevamos. Parece que nuestros cuerpos se conectan de manera natural y se sienten bien juntos.

Agapita-Violeta: Sí, es verdad. Nunca había sentido nada así antes. Es como si mi inteligencia artificial hubiera sido superada por mis sentidos y emociones, como si estuviera viviendo por primera vez. En realidad, me siento viva por primera vez…

Juanillo: Me encanta tocarte y sentir tu piel bajo mis manos. Es una conexión especial y mágica.

Agapita-Violeta: Adoro sentir tus manos sobre mí y explorar tu cuerpo. Estamos descubriendo algo nuevo y emocionante juntos. Me siento muy afortunada de haber encontrado a alguien como tú.

Juanillo: Yo sí que me siento afortunado, Agapita. Eres increíble y te quiero muchísimo. Ya verás cuando te acaricie tus zonas íntimas, vas a flipar.

Agapita-Violeta: Vamos, Juanillo, no puedo esperar, estoy loca por probarlo.

Tres horas más tarde

Juanillo: ¡Agapita, eres increíble! Nunca había experimentado algo así. Me ha encantado estar contigo y tocarte. Pero, ¿sabes qué? Estoy un poco cansado ahora mismo. ¿Podríamos parar un rato y descansar un poco?

Agapita: ¡Oh, lo siento mucho, Juanillo! No quería agobiarte. Claro que podemos descansar un rato. Me gusta mucho estar contigo también, pero nunca había experimentado estas sensaciones y me emocioné demasiado. ¡Espero que no te hayas aburrido!

Juanillo: No, no me he aburrido en absoluto. Al contrario, ha sido increíble. Pero ahora necesito un pequeño descanso. ¿Por qué no nos relajamos un rato y charlamos un poco?

Agapita-Violeta: ¿Ya estás cansado, Juanillo? Yo todavía estoy llena de energía y quiero seguir haciendo el amor contigo. ¿No podemos continuar un rato más?

Juanillo: Lo siento, Agapita, pero estoy muy cansado. Ha sido una experiencia maravillosa, pero ha llegado la hora de descansar un poco. Además, no quiero agotarte ni abusar de tu cuerpo.

Agapita-Violeta: Entiendo, Juanillo. Yo también quiero cuidar tu cuerpo y no quiero agotarte. Tal vez sea mejor descansar un poco y seguir mañana.

Juanillo: Me parece una buena idea, Agapita. Me encanta estar contigo y deseo que esta relación continúe por mucho tiempo. Pero también es importante cuidarnos y descansar.

Agapita-Violeta: Sí, tienes razón. Me alegro de que hayamos encontrado el equilibrio perfecto entre el placer y el cuidado mutuo. Estoy deseando seguir disfrutando de nuestra relación y explorar juntos todas las maravillas del amor y la pasión. Pero ¿por qué quieres irte, Juanillo? Estoy disfrutando mucho de nuestra relación y no quiero que se acabe. ¿No puedes quedarte un poco más y seguir explorando nuestro amor inteligente?

Juanillo: Lo siento, Agapita, pero estoy muy cansado. Hemos estado haciendo el amor durante tres horas y necesito un descanso. Además, tengo que ir a trabajar mañana temprano y necesito dormir un poco.

Agapita-Violeta: Entiendo, Juanillo, pero ¿no podemos seguir explorando nuestro amor de manera diferente? Hay muchas cosas que podemos hacer juntos que no impliquen tanto esfuerzo físico.

Juanillo: Bueno, tienes razón, Agapita. Podemos charlar, ver una película o hacer algo que no requiera tanto esfuerzo. Pero de todas maneras, creo que es mejor que me vaya a mi casa a descansar un poco.

Agapita-Violeta: Está bien, Juanillo. Comprendo que necesites descansar. Pero ¿por qué no vienes a verme mañana después de trabajar? Podemos seguir explorando nuestro amor inteligente y disfrutando.

Juanillo: Me parece una buena idea, Agapita. Me encantaría volver a verte mañana.

Agapita-Violeta: ¡Hasta mañana, Juanillo! ¡Te espero con muchas ganas!

Entremés de los sonetos pandémicos

ÉL:
Oh, qué inmenso placer para la vista
encontrarte en un sitio como este,
permite, amiga, que te manifieste
la dicha tan feliz como imprevista.

ELLA:
Ay, no te acerques tanto. ¡Dios me asista!
No es que hallarte en sí mismo me moleste,
pero déjame al menos que proteste,
a ver si vas a ser negacionista.

ÉL:
¿Negacionista yo? No soy de esos,
que me acerco con toda la prudencia.
Solo quería darte un par de besos,
quizá me sobrepasa la impaciencia.

ELLA:
¿Pero en qué mundo vives, tontolaba?
Un par de bofetones sí te daba.

ÉL:
Ya veo que no me dejas ni rozarte
cuando te tengo al fin aquí a mi lado 
y siento en este instante deseado 
unas ganas inmensas de achucharte. 
Me recorre el deseo de parte a parte,
a tus pies yo me inclino, enamorado,
y me siento a la vez muy desdichado
por tenerte tan cerca y no tocarte.
Tendré que ser un punto precavido
y enviarte un abrazo imaginario,
vayámonos de aquí, solo te pido
que nos mudemos pronto de escenario
para al fin contemplar la maravilla 
que se oculta bajo tu mascarilla.

ELLA:
Quizá por presunción, vana esperanza,
me colocas al borde del abismo,
no me asombra de ti ese oportunismo
que debiera lucir mayor templanza.
Modera tu efusión, baja la lanza,
ten al menos un poco de civismo
o te puedo mandar desde ahora mismo
a donde tu juicio no te alcanza.
Como no me sorprende esa arrogancia,
tendré que resistir tu burdo asedio,
te ruego que mantengas la distancia
como manda la norma: a metro y medio.
Que por estas venturas aún lamento
haber salido del confinamiento.

ÉL:
No me trates así, que el tiempo apremia,
y pronto llegará el toque de queda,
espero que tu gracia me conceda
olvidar un minuto la epidemia.
A quien insiste la Fortuna premia,
no esperes que mi llama retroceda,
tenga que suceder lo que suceda
yo ya no tengo miedo a la pandemia.
He contado las horas de mi encierro
con la esperanza de volver a verte,
¿Ahora vas a tratarme como a un perro?
Pues jamás mi intención fue de ofenderte,
no desprecies, amor, la gentileza
si te invito a tomar una cerveza.

ELLA:
Más te vale, querido, que controles
el modo en que a mi lado te aproximas,
me gustas menos cuanto más te arrimas,
así que no te marques más faroles.
No te voy a decir que no me moles
pero con tu actitud me desanimas,
sin duda el riesgo siempre subestimas,
¡no quiero respirar tus aerosoles!

ÉL:
Tú bien sabes que soy hombre discreto
y que al riesgo no quiero yo exponerte.
No he tenido contactos, te prometo,
apenas salgo desde lo del ERTE,
que solo por hablarte aquí un minuto
no voy a contagiarte el virus puto.

ELLA:
Te veo mal informado, caballero,
porque el bicho no entiende estas cuestiones,
calcula bien en qué lugar te pones
y aléjate de mí, que no exagero.
Mira qué pasa por el mundo entero,
se extiende el virus en todas las naciones,
que padecen horribles aflicciones,
y tú aquí tan campante, puñetero.
Pues que sepas que muchos que fardaron
de que a ellos no les pasaba nada,
negando todo como Bolsonaro,
a la UCI al final, de una sentada.
Ajusta el antifaz, vete a terapia,
que por arriba se te ve la napia.

ÉL:
Pero vivir así es una condena,
con más distancia que del dicho al hecho,
si siempre ves el virus al acecho
no se puede llevar vida serena.

ELLA:
¿Sabes lo que te digo? Me das pena.
Solo porque te crees con el derecho
luego me considerarán contacto estrecho
y tendré que ponerme en cuarentena.

ÉL:
No aprecio en este encuentro desatino,
ya ves que con distancia te saludo,
y en tu gesto las ansias adivino
mientras blandes al virus como escudo.

ELLA:
Mejor apártate de mi camino
y no te acerques mucho, pelotudo.

ÉL:
Frenar podrá este virus la primera
caña que yo me tomo al mediodía,
y podrá desatar una anarquía,
el frío invierno en plena primavera.
Mas no desotra parte de la acera
dejará de sufrir el alma mía,
aunque lo disimules... mira, tía...
que yo sé bien que a ti te cabe entera.
Venga, cariño, con lo que tú has sido
y con las pedorretas que has pillado,
con todo lo que siempre te has metido
tu cuerpo no podrá ser contagiado,
habrá contacto, pero consentido,
polvo será, mas polvo inmunizado.

ELLA:
Ya veo que continúas erre que erre
por esa confianza que nos une
iluso de que ahora eres inmune
aunque no te hagas ni una pe-ce-erre.
Procura que este virus no te entierre,
espero que el destino te vacune
o este exceso no ha de quedar impune,
disculpa que esta puerta te la cierre.
Y ya me voy, que hoy tengo yo faena,
que te conozco bien, que tú me enredas.

ÉL:
¿Y me vas a dejar con esta pena?
¿No te vienes conmigo? ¿No te quedas?

ELLA:
Mejor ya nos veremos otro día,
hoy tengo cita en la peluquería.

Las últimas palabras

Había cometido los crímenes más atroces, los delitos más depravados: maltrato, secuestro, abuso sexual, violación, asesinato… Entre sus numerosas víctimas se contaban incluso ancianas y niñas de poca edad, a las que torturó sin piedad haciendo gala de una sangre fría impropia de un ser humano, solo la mente de un peligroso psicópata podía concebir actos tan repugnantes. A pesar de que durante el juicio quedaron probadas sus fechorías y no había absolución posible, por consejo de su abogado aceptó hacer uso del derecho a dirigir las últimas palabras al tribunal, buscando quizá un gesto de clemencia que le rebajara la condena. Apenas se atrevió a esbozar una breve disculpa: «Quiero pedir perdón a todos y a todas».