Frente a la webcam

Entonces me pusieron frente a la webcam. No es lo que yo buscaba, pensé, pero es un trabajo.

Tampoco es que me diera vergüenza, simplemente no me apetecía, bien porque me encontraba en una etapa inadecuada de mi vida o bien porque me pillaba de improviso, cualquiera sabe. O por ambos motivos. No me apetecía, solo era eso. Había pasado ya por unos cuantos empleos, quizá mi experiencia como teleoperadora fue la clave que me llevó a este puesto. Pero no era lo mismo, no es igual recibir quejas de clientes, o intentar colocar algún contrato, que atenderlos cara a cara, mirando al objetivo, transformada toda yo en un objetivo.

Tengo la voz bonita. Siempre he tenido una hermosa dicción y cuando estuve de teleoperadora era lo único que tenía que cuidar. Al entrar en esta nueva etapa empecé también a preocuparme por la imagen, ya no se trataba simplemente de arreglarse para estar presentable ante los compañeros, de pronto mi persona adquiría la categoría de imagen pública, me hallaría expuesta ante cualquiera que apareciese del otro lado, y siempre había que ofrecer un trato exclusivo, personalizado… un servicio completo. No solo tenía que hablar con ellos, era fundamental cuidar detalles del lenguaje no verbal, la sonrisa, el gesto o el peinado. Y todo para hecerles sentirse únicos. Por fortuna, en general los clientes eran encantadores, según me habían informado, a veces incluso demasiado. Es cierto que al principio no me apetecía, pero cuando me fui a dar cuenta, me estaba entusiasmando.

Atrás quedaba una larga historia de sinsabores, de contratos precarios, de continua incertidumbre, ya iba siendo hora de dedicarme a algo que verdaderamente me ilusionara. Ante la expectativa de mi primera conexión noté que una fuerza desconocida surgía dentro de mí, así que traté de esforzarme en superar mi rechazo inicial. No estoy vendiendo mi imagen, me decía a mí misma, solo voy a mostrarme.

Lo cierto es que estaba a punto de enfrentarme a la cámara sin apenas preparación, solo con una guía de mano sobre cómo actuar ante las diferentes eventualidades. Apenas pude recibir un cursillo práctico de supervivencia en el que me insistieron mucho en lo de la sonrisa y en lo de mirar al objetivo. Luego había que atender al cliente. Sabría hacerlo. Ya lo había conseguido antes con el chico de las prácticas y, según me dijo, estuve muy convincente. Pero aquello no dejaba de ser una simulación y en el fondo sabía que no era verdad. Ahora podía ver mi imagen en pequeñito en la esquina superior izquierda del monitor y al otro lado… nada. En cualquier momento se iba a encender la luz, y aparecería mi primer cliente, era emocionante y, sobre todo, era real.

Al fin se abrió su ventana y pude verlo. Parecía un chico agradable, algo despistado quizá. También debía de ser su primera vez, o eso quería pensar yo para tranquilizarme. Sin poder examinarlo con más detenimiento, me acordé de mirar el nombre en la información de su perfil y exclamé de forma instintiva:

 —¡Buenos días, Roberto Jesús! Me llamo Emilia, y soy tu nueva institutriz.

—Puedes llamarme Robert —respondió él.

5 pensamientos en “Frente a la webcam

  1. jajaja me has tenido enganiada, aunque con la mosca detras de la oreja, hasta el final!
    Muy bueno!
    Al tio Enrique lo leere en otro momento que voy con prisa y me gusta saborear tus entradas despacio…
    Un abrazo cruje-huesitos

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